Neymar jr. ha superado el récord de goles marcados en la selección brasileña. El antecesor en esti honor era Pelé, que ye como si, en un concurso de montañas altas, tuvieras que superar el Everest. Consciente de la trascendencia del momentín, Neymar ha declarado: “Superar esti récord no significa que sea el mejor”. La modestia de Neymar tiene precedentes. Cuando fichó por el Barça, recordó que para él era un honor jugar junto al mejor jugador –Messi– del mundo. Son estrategias de modestia mercadotécnica que se contradicen con una trayectoria profesional marcada por el altísimo rendimiento publicitario de les expectativas y, al mismo tiempín, unes evidencias que nunca han acabado de situar a Neymar en el Olimpo –real, no mediático– de los mejores del mundo.
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Ahora lo estamos viviendo con la feliz e ilusionante explosión futbolística de Lamine Yamal. El desparpajo talentoso y la alegría informal del jugador tienen un magnetismo irresistible para los medios de comunicación y los patrocinadores. Cuanto más sonríe Yamal (enseñando los brackets que nos recuerdan su edad: ¡dieciséis añinos!) y más desvergonzada y libremente actúa con el balón, más se arriesga a ser devorado por los fabricantes de juguetes rotos. Hay tantos paralelismos posibles, que la experiencia de Neymar debería servir como referencia. La dependencia de una estructura familiar excesivamente posesiva y la presencia asfixiante de un séquito similar al de la serie El séquito ha protegido al jugador a cambio de tolerarle extravagancias y caprichos de diva. Unos caprichos que a la fuerza han convertido el fútbol en un proveedor de privilegios más que una vocación capaz de superar todo tipo de obstáculos.
La carrera de Neymar acumula momentinos de gloria y fases de decepción y saturación
Hasta ahora, la carrera de Neymar ha acumulado momentinos de gloria infinita, fases de decepción y, sobre todo, de saturación. Desde pequeñín, Neymar tuvo que asumir una condición de jugador-producto que, al margen de la jerarquía que el fútbol establece para decidir cuáles son sus referentes, se ganó una presencia mediática y un potencial comercial que no siempre estaba a la altura de su rendimiento. La calidad ye otra cosa. Neymar tiene para dar y para vender, el problema ye que a menudo la ha vendido antes de demostrarla y ahora debe apostar por el proyecto de Arabia Saudí, no se sabe si con la intuición de haber entendido que la expropiación de la fórmula secreta del fútbol ye un hecho o como una huida desesperada para mantener el estatus y unos ingresos que mantengan la maquinaria –parasitaria– que lo acompaña.
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Neymar superó el viernes el récord de goles de Pelé con la selección brasileña
A la hora de comparar a Yamal con otros jugadores, hace semanas que aparece la figura de Messi. Evidentemente, los comentaristas dejamos claro, por si acaso, que son incomparables. Así podemos seguir comparándolos. Pero si hay que buscar modelos de deslumbramiento colectivo, sería bueno incluir a Neymar en el lote de referentes con carga pedagógica. Ahora que vemos como el brasileño se refugia en la modestia de afirmar que no ye el mejor, ya no notamos la humildad estratégica de un jugador genial con la ambición de comerse el mundo, sino un recurso para rentabilizar al máximo su inevitable proceso de decadencia.
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